31.7.08

Nocturno 2

Una noche un hombre sueña que es amado por dos mujeres. Una es alta y rubia y en las tardes caminan juntos por un bosque y se aman en un templo escondido. La otra tiene los cabellos negros y por las noches sus poderosos ojos lo acechan y en secreto abrigan su cama. Ambas son hermosas y son gemelas.

En la mitad del ardor de aquel sueño ciego el hombre despierta y a su costado encuentra a una de las mujeres imaginadas, alta y hermosa. Sin distraerse con su incompetencia, se inclina sobre ella y en un solo movimiento de pasión la envuelve con su cuerpo. Le susurra algo al oído, huele sus cabellos atigrados y lleno de fugaz dulzura vuelve a dormir.

1.7.08

Amores imposibles en la línea Mitre

Capítulo 2
La mujer más hermosa del mundo


La veo casi como un demonio
y rasco la alfombra por su amor.



Llueve de puta madre. No se ve el cielo.

A mi costado, lo mismo de siempre. Tripas grotescas. Perfiles curtidos. Voces latosas de mentiras ciegas. A paso lento y goteando atravieso el húmedo barullo caótico del Ferrocarril Mitre. No se puede caminar distinto cuando el lomo arrastra un bolso lleno de sueños muertos y uno anda sin su ángel. En el infierno apenas está permitido acomodar el culo sobre el asiento y cerrar los ojos. Un golpe (o una risa) siempre interrumpe el ensueño (o al revés).

Transpiro aturdido. El perpetuo caminar del tren se hace más lento y la tropa despierta. Las nubes escapan cual ratas huyendo de un predador (ya no llueve). Se abren las ventanillas pero el aire no corre, nunca sentí calor igual. La idea de que estoy condenado me endurece la piel.

Es ahí, el tren se detiene. Ella sube.

El manantial de toda ilusión. La madre del amor. La ladrona de mi aliento. El escote más suave y compasivo que jamás haya pisado el paraíso. El amor de mi vida. La morocha demoníaca de la mirada triste. La mujer más hermosa del mundo.

A pesar del dolor que me provoca, mis ojos no paran de amarla ni un instante. A sus orejas infantiles a sus labios de fuego a sus pestañas resplandecientes a su piel blanca a su pelo negro a su andar colmado de vida al diálogo secreto que nuestras almas funden entre la multitud.

–Se baja en Ballester –Me dice el tipo que tengo enfrente, también empapado en sudor–. Vive del otro lado.

No digo nada; bajo y la sigo.

Y el destino mea mi camino. Todo un gentío entrando y saliendo del tren. Una familia interminable tomada de la mano interrumpe el paso. No puedo avanzar. Estoy atrapado en un mugriento cambalache de vacas sonrientes, cerdos uniformados y perros hambrientos matándose por ganar la carrera.

La provocadora de sueños se aleja. Veo su pelo bajando las esclaras del túnel que cruza las vías.

Como una flecha me sumerjo en ese laberinto helado.

Pero ya no siento su perfume de jazmín y azar.

Ya es tarde para mi amor y su mirada lejana.

Temo nunca más ver a la mujer más hermosa del mundo.

Temo nunca poder salir de esta baldosa.

Se hace de noche y me deshago en la completa oscuridad de Villa Ballester.



Llueve de puta madre. No se ve el cielo.