20.5.08

Jugábamos

A pedido de pepino.

Jugábamos al metegol (cuando nos tocaba juntos siempre perdíamos), a la escondida de noche (pero mal, porque la gente no aprovechaba la oscuridad para amarse sino que nos colgábamos a charlar o nos íbamos a caminar por el campo del tío Toni –tu vieja venía a buscarnos al rato con 5 puchos encendidos y las canas verdes–), jugábamos a cazar bichitos de luz (que se terminaban muriendo en nuestras manos y de resultado nos quedaba la mano toda pegajosa y con olor a bichito de luz muerto), jugábamos con los mails (a que uno inventaba un cuento y después el otro hacía la continuación y así hasta que yo no sé por qué pero siempre terminaba siendo una pelirroja a la que violaban y vos te casabas con un príncipe dragón pero te enfiestabas con sus esclavos enormes negros), jugábamos también a que nos mandábamos cartas mediante un compañero que servía de mensajero (las tuyas más elaboradas, con letra linda e incluso dibujos; las mías improvisadas sobre un papel de diario o en una hoja de carpeta minutos antes que termine la clase de matemática), jugábamos con el chat (a que uno tiraba un montón de letras separadas y el otro adivinaba qué frase se escondía –ahí estaba parejo, casi siempre acertábamos–), jugábamos mucho, jugábamos a no vernos, a pelearnos, a mandarnos dibujos, a mirarnos, jugábamosaescribirtodojuntoparamolestaralotroyhacerloreír; vos jugabas a ponerles apodos a las minas con las que salía; yo no sé a qué más jugaba.
Un día crecimos, y de todo eso no nos quedó ni una puta foto para poner acá abajo.